Un mueble se convierte en obra de arte cuando evoluciona el alma

Una pieza antigua es la mejor inversión posible si se sabe reconocer su valor

En las vetas de un mueble antiguo puede leerse el pensamiento de toda una época, la evolución de un estilo y la historia de un país. Su estructura, u origen, los materiales que le dieron vida, los volúmenes, texturas y proporciones que presenta y las manos por las que ha pasado, son una fuente de información valiosísima para aprender a apreciar un estilo, comprender un periodo histórico y, ante todo, para saber reconocer cuando estamos ante una obra de arte.

Pero para leer arte se necesita en primer lugar sentir una fuerte curiosidad por el objeto de estudio, que conducirá remediablemente a indagar en sus orígenes, aprender de los mejores ebanistas del mundo y recorrer el planeta en busca de valiosas piezas.

Dean Trezos, propietario de Anticuarium, siguió todos los pasos movido por una pasión a la que se dedica profesionalmente desde hace más de 30 años. Los muebles antiguos son su vida y su mayor fuente de satisfacción. Conocerlos implica observarlos, palparlos, examinarlos e incluso desmantelarlos para verles el alma. En ella está escrita su edad, calidad, belleza y escasez, los cuatro indicadores que definen el valor de una pieza.

Este anticuario señala que para considerarse arte, no vale con que el mueble sea antiguo, éste también tiene que ser «original, auténtico y único»; tiene que «evolucionar el alma». Solo entonces podrá considerarse una pieza «excepcional» que pasará a convertirse en patrimonio familiar, un «legado» que dejar en herencia a los hijos, una inversión segura. Toda esta amalgama de conocimientos constituye el andamiaje que guía al anticuario en la búsqueda de la belleza, el mejor indicador de que «la sociedad sigue avanzando», de que no ha perdido el norte completamente.

En su exposición de Corbán, Santander, el tiempo se detiene para tomar giros inesperados a cada paso. Un secreter librería de época victoriana se codea con un buró Davenport inglés de la época de Guillermo IV(1830-35), y a escasos dos metros, unas sillas de comedor alemanas de principios del siglo XIX miran de frente a una vitrina art decó inglesa, reflejada en un espejo inglés decimonónico.

Según este erudito griego-estadounidense, formado en Estados Unidos de la mano de Albert Sack, célebre anticuario al que reconoce como su maestro, «los mejores muebles proceden de Europa», aunque también es cierto encontrar muy valiosas piezas hechas en los Estados Unidos, reconoce. Pero independientemente del origen del mueble, lo más importante en este sector es «tener el conocimiento que te permita reconocer una obra de arte cuando ésta se presente».

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